martes, 14 de febrero de 2017

Ruta puente olvidado (parte I)

Estamos a mediados de febrero, recién cumplido un lustro el siglo XXI.
Mi Saab 93 circula con suavidad por la A5. Voy camino de mis orígenes. Vengo a recordar el lugar de mi llegada a este mundo, y de mis experiencias en, Extremadura.
Nací hace ya 63 años en una casa de sólidos muros de piedra de granito, completada con ladrillos de adobe. Recuerdo las oscuras vigas de madera, nada más entrar en la sala principal, sustento de unas planchas de madera claveteadas donde reposaban las tejas.
Aquellas gruesas vigas que servían de perchero para los aperos domésticos y de labranza, despertaban mi curiosidad sobre como llegaron hasta allí. ¿Cuantos hombres y con qué fortaleza habrían sido necesarios para colocarlas? Ese misterioso pensamiento me acompañaba normalmente antes de conciliar el sueño.
Estancia, dormitorios
La casa era parte de una finca en la que mis padres, como medieros, vivían cuidando ganado vacuno, trabajando una parcela de olivos y cultivando un pequeño huerto. La vivienda tenía tres estancias. La sala de entrada que es donde estaba el hogar en el fondo de la misma hacia el muro posterior de entrada. A su derecha, dos salas comunicadas entre sí y separadas por un fino tabique realizado con ladrillos de adobe de fabricación casera. El paso entre las estancias lo permitía un vano rematado en su dintel con una rama de fresno que sustentaba una gruesa tela a modo de puerta. De estas dos, la estancia más grande y cercana a la puerta de entrada era donde dormían mis padres con la cama del pequeño. Mi hermana y yo compartíamos la estancia orientada al norte, donde disponíamos, eso sí, de una ventana más amplia que el ventanuco de la habitación de mis padres.
Nuestra vivienda se prolongaba a su derecha con una cuadra donde estaban la mula y el mulo, animales muy queridos por mi padre que los trataba como compañeros de fatiga. Tardé muchos años en entender una frase que me decía mirándolos con cierta resignación: "te digan lo que te digan, estos son inteligentes: saben que es época de trabajar, no de hablar ni otras zarandajas de hoy día." Creo recordar que tendría unos 7 años, cuando se la oí por primera vez. Era febrero, porque acababa de ser carnaval y, al poco, fue cuando descubrimos mi hermana y yo el puente olvidado.
(sigue parte II y fin)
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Vivienda de medieros en Extremadura